VIDA DE RAUL LEONI:
Correcto Presidente y “magnífico ciudadano”. Pasó a la historia como un demócrata a
carta cabal y un político honesto, incapaz de propiciar el juego sucio.
Pudo quedarse en el Poder o desconocer el
triunfo electoral del doctor Rafael Caldera, cuando montescos y capuletos, le
cantaban al oído soluciones diferentes al veredicto de las urnas. Integro, de
una sola pieza, procedió como un hombre de bien. Con 33.000 votos de ganancia
entregó el gobierno al candidato de COPEI.
Esa actitud hidalga, genuinamente
democrática, le abrió al doctor Raúl Leoni, las puertas del prestigio
internacional. Su nombre quedó en el mundo civilizado, como sinónimo de
moralidad política y de respeto al imperio de la Ley.
En puridad de verdades, no se podía
esperar otra cosa de un auténtico masón, de un iniciado en la más antigua
organización moralista del orbe, donde a sus miembros se les inculca
constantemente el respecto a la dignidad y la libre autodeterminación de los
pueblos.
Raúl Leoni, perteneció a los
registros de la masonería. Trabajó en Logias de México y Bolivia. El doctor Jacobo
Bendahán, una de las figuras más beneméritas de la Orden, lo recuerda cuando
hablaba de su paso por los templos de la LIBERTAD, IGUALDAD y FRATERNIDAD.
El doctor Leoni, abogado, político,
sindicalista, masón y excelente padre de familia, nació el 26 de abril de 1905,
en Upata, Estado Bolívar. Terminó el bachillerato en el Liceo Caracas. En mitad
de su carrera universitaria, fue elegido Presidente de la Federación de
Estudiantes de Venezuela, que pasó a la historia, como la vanguardia de la
oposición a la dictadura de Gómez.
Esta Federación fue la que promovió el
movimiento insurreccional contra el déspota. Al ser debelado por la policía,
Raúl Leoni y sus amigos, fueron a parar a la cárcel.
Después de recobrar la libertad, viajó a
Colombia. En Bogotá terminó sus estudios de derecho, recibiéndose de abogado.
Regresó al país en 1936, cuando ya Gómez
estaba bajo tierra. En Caracas inició de inmediato la reorganización de
las fuerzas democráticas. En 1937 fue elegido Diputado, pero la representación
le fue anulada y arrojado de nuevo al destierro.
Con el derrocamiento de Medina Angarita,
el 18 de octubre de 1945, formó parte de la Junta Revolucionaria de Gobierno,
que estaba presidida por Rómulo Betancourt. El 24 de noviembre de 1948, no bien
se enteró del golpe militar que derribó al gobierno constitucional de Rómulo
Gallegos, juntamente con el Q.·. H.·. Valmore Rodríguez, Luis Lander, Manuel
Pérez Guerrero, Ricardo Montilla y Edmundo Fernández, en vano trató de formar
en Maracay un “gobierno provisorio”. Todo el grupo fue detenido.
Raúl Leoni salió rumbo al exilio el 19 de
julio de 1949. Fijó residencia en Washington. Allí contrajo matrimonio con
Carmen América Fernández, quien más tarde se haría popular con el nombre de
“Doña Menca”.
De 1955 a 1957, vivió en la Paz Bolivia,
Prestó servicios en el Ministerio del Trabajo y en una oficina de la ONU.
Regresó a Venezuela, a la caída de Marcos Pérez Jiménez, en 1958. Fue elegido
Senador por el Estado Bolívar, ocupando la Presidencia del Congreso. El 23 de
enero de 1961, fue uno de los que firmaron la nueva Constitución, que se
mantuvo vigente hasta el año de 1999.
El 1° de diciembre de 1963, fue elegido Presidente de la República enfrentándose democráticamente a los candidatos Rafael Caldera, Jóvito Villalba, Arturo Uslar Pietri, Wolfgang Larrazabal, Raúl Ramos Giménez y Germán Borregales. Tomó posición del gobierno el 11 de marzo de 1964.
Dejó de existir en Nueva York, el 5 de Julio de 1972. Un cable escueto trajo a Caracas la triste noticia: “A las 0300 de esta madrugada murió el doctor Raúl Leoni, ex-Presidente de Venezuela, en el Centro Médico Cornell de la Universidad de Nueva York. El estado de salud del doctor Leoni había empeorado sensiblemente en los últimos días, luego que se le declarara una hemorragia”.
Sus restos fueron repatriados, en medio de la consternación de todo el país. El gobierno nacional le rindió los máximos honores. Su entierro fue una multitudinaria procesión de duelo popular. Nunca Caracas había visto antes tan enorme mar humano, que se desplazaba lentamente tras del cortejo fúnebre.
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